Eumelo, en sus Historias,
nos dijo que Aristóteles murió
tras beberse la savia
de la flor del acónito,
la flor que el Can Cerbero
-el de las tres cabezas,
el demonio del pozo,
el guardián infernal-
nos trajo al mundo.
(Antonio Colinas. Canciones para una música silente.)Es una planta venenosísima, por lo visto.
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