En Justicia agraria, Paine concentra su meditativa atención sobre el hecho de que la tierra era al principio de todos. A partir de ahí hace una serie de interesantes -y, en cierto modo, avanzadas- observaciones acerca de la necesidad -acuciante ya en el siglo XVIII- de redistribuir la riqueza para hacer justicia a los que solamente han tenido como herencia la pobreza. Además propone un plan que viene a ser algo así como un impuesto para crear un fondo social. Él lo dice mejor, claro.
Hablando de ese plan asegura que
Para la numerosa clase desposeída de su herencia natural por el sistema de la propiedad de la tierra será un acto de justicia nacional. Para las personas que mueran teniendo una aceptable fortuna funcionará como una tontina para sus hijos.
¿Tontina?
Viene en mi auxilio el DRAE.