miércoles, 10 de junio de 2015

Quia chacho

Cuentan que don Nino Torres era un señorito murciano que se aburría tanto que decidió irse a Madrid. Allí se dejó caer por los tablaos flamencos, por los teatros y las revistas de moda y, cuando calculó que ya debía ser famoso, se dispuso a hacer un sondeo. Entró en una barbería céntrica, solicitó el servicio más caro y -repantingado en el sillón y con la cara cubierta de espuma de afeitar- preguntó:

- ¿Qué se dice por aquí de don Nino Torres?

El barbero, que era de la Arganzuela y nunca había oído hablar de don Nino Torres, quiso hacerse el enterado y el displicente y respondió:

-A mí ese Nino Torres me toca las narices.

El señorito se volvió a Murcia pero mantuvo el tipo. Los murcianos -socarrones- le decían: 

-Muy pronto te has aburrido de Madrid.

Y él les contestaba:

-Quia chachos. Solo fui para tocarle las narices a un barbero.

"Quia" es una interjección que puede sustituirse aquí por "no" o por "¡qué va!"  o por la más moderna y vulgar "para nada". 

"Chacho" es "muchacho".

Los nietos de don Nino Torres viven ahora en Madrid. Uno de ellos se ha hecho famoso. Sale en la tele y, cuando quiere negar algo pone una voz ronca y suelta: "para nada, colega". 

viernes, 5 de junio de 2015

Una lupia es un lobanillo.

En su Disertación sobre los primeros principios del gobierno Paine dedicó muchas lindezas a la aristocracia, en general, y a la de Inglaterra en particular. Copio la que interesa aquí:
La Cámara de los Lores -ese Hospital de incurables, como Chesterfield la llama- es una excrecencia que aumenta con la corrupción; y no hay más afinidad o semejanza entre algunas de las ramas de un cuerpo legislativo que surge del derecho de un pueblo y la susodicha Cámara de los Lores que entre un simple miembro del cuerpo humano y una lupia ulcerada.
Una lupia es un lobanillo.

Píctima y socrocio

Después de salir de la casa de los duques, don Quijote hace el famoso elogio de la libertad que acaba así:
¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!
Inmediatamente Sancho pone el contrapunto:
—Con todo eso —dijo Sancho— que vuesa merced me ha dicho, no es bien que se quede sin agradecimiento de nuestra parte docientos escudos de oro que en una bolsilla me dio el mayordomo del duque, que como píctima y confortativo la llevo puesta sobre el corazón, para lo que se ofreciere, que no siempre hemos de hallar castillos donde nos regalen, que tal vez toparemos con algunas ventas donde nos apaleen.
El DRAE no trae píctima con "c" sino pítima:  socrocio que se aplica sobre el corazón. 

¿Socrocio? Sí, socrocio: emplasto en que entra el azafrán.